Por Libertad magenta
Existe una larga tradición en llamar movimientos autonomistas a lo que en los hechos son movimientos separatistas o municipalistas, hablamos de largas extensiones de territorio que pertenecen a uno u otro municipio y cuyos habitantes abogan por la formación de un nuevo partido, si el lector recuerda y estuvo atento habrá captado que se inició esta columna hablando de luchas separatistas, y es porque se puede entrar en un falso debate si hablamos de autonomía.
La autonomía de los municipios no está en discusión. Reconocida en el artículo 123 de la Constitución Nacional de 1994, no fue receptada por la Constitución Provincial reformada un mes después, y en relación a esto debe manifestarse que con anterioridad a la reforma constitucional producida en el año 1994, los constitucionalistas argentinos se planteaban como problema a dilucidar si las municipalidades eran autárquicas o autónomas.
La autarquía otorga a un ente u organismo determinado la capacidad para administrarse a sí mismo, de acuerdo a una norma que le es impuesta. Es decir que un municipio autárquico sería una mera creación legal del Estado, que sólo ejerce las atribuciones concedidas por éste. La Autonomía es no sólo la capacidad de administrarse por sí mismo, sino también la de dictarse sus propias normas por las que ha de regirse, como también la de gobernarse por autoridades elegidas.
A la fecha, con excepción de nuestra provincia, y Santa Fe y Mendoza –que no reformaron sus Constituciones con posterioridad al año 1994-, todas las provincias Argentinas han receptado la manda constitucional en diversas medidas, sea con autonomías plenas, semiplenas o restringidas, que es en todo caso el debate principal a dar, dado que la norma es clara: “Cada provincia dicta su propia constitución, conforme a lo dispuesto por el art. 5° asegurando la autonomía municipal y reglando su alcance y contenido en el orden institucional, político, administrativo, económico y financiero.”
Ahora bien, ese no es el tema principal de esta columna, para ser claros, diremos que en esta columna cuando se hable de los reclamos de autonomía, se hablará en el sentido laxo de la palabra, y eso es porque quienes han iniciado la mayoría de las luchas autonomistas en la provincia lo hacen desde su calidad de vecinos, legos que no están obligados a conocer las tesis y teorías de constitucionalistas y especialistas en derecho público, y cuyo fin ulterior siempre fue la separación de sus poblaciones de municipios abandónicos que se dedican a las grandes concentraciones urbanas por sobre los sectores menos poblados y que burdamente se puede decir que mueven menos votos.
En efecto, no está en duda la necesidad de ajustar nuestro sistema municipal al régimen de la Carta Magna Nacional, pero ese no es el reclamo principal de estas comunidades, lo que cada una de estas localidades reclama es dejar de ser el patio trasero de otro municipio y pasar a gobernarse por sí mismos y disponer de sus propios recursos, ni más ni menos que separatismo, como pueden ser el catalán o el vasco, pero sin bombas.
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